Con el documental Tetuán culmina el proyecto que la cineasta, investigadora y profesora Iratxe Fresneda ha definido como la "trilogía del registro". Cuenta que el hilo conductor de sus tres trabajos (Irrintziaren oihartzunak, Lurralde hotzak y Tetuán) es la conciencia del modo de registrar. Hemos hablado con Iratxe, entre otras cosas, sobre esas tres películas, los retos del cine y su labor docente.
¿Qué relata el documental Tetuán?
Tetuán parte de las vidas de quienes nos rodean. Se habla de la fragilidad de nuestra memoria y, al mismo tiempo, de la belleza de la vida y de los jóvenes que viven en la Europa actual, en el País Vasco. Hablamos del concepto de migración para alejarnos de los estereotipos migratorios. Tetuán es el viaje de la vida.
Al igual que los anteriores, parece un proyecto muy personal. ¿Cómo ha sido la forma de trabajar? ¿Qué ha sido lo más difícil?
Sí, es un proyecto personal, que esta vez se ha convertido en colectivo. La narración que parte de la historia personal de mi padre se relaciona con las historias de otras personas, no sólo en lo que se refiere al relato, sino también a la organización del trabajo, ya que el equipo de trabajo y la forma de trabajar han sido más amplios.
Por un lado, articular un adecuado plan de diseño y financiación del proyecto, en contra del rumbo de las tendencias del mercado. Crear esto de la mano de productoras independientes no es nada fácil, porque el mercado no ayuda, y si tu película nada a contracorriente buscar fuentes de ingresos es difícil.
Recientemente te han otorgado el Premio Lauaxeta de Honor por tu labor en la difusión del conocimiento y uso del euskera a nivel internacional. En palabras del jurado, "los protagonistas de Tetuán son de procedencias diferentes, de épocas pasadas y actuales, pero todos han sido obligados a la migración. El documental pone de manifiesto que el vínculo vivencial es mayor de lo esperado, y que los migrantes actuales constituyen la memoria histórica vasca posterior. La reflexión incluye también una visión optimista y esperanzadora a favor de una sociedad vasca actual y futura, integradora y solidaria". ¿Era ese el mensaje principal que querías transmitir? ¿Cómo has recibido el premio?
El mensaje que la película quiere transmitir entre otras muchas cosas es que todos somos de aquí y de allá. Queríamos expresar que el concepto, el concepto de migrante, no puede albergar todas las identidades. Es decir, la etiqueta generalizadora forma estereotipos en el imaginario de nuestra sociedad y eso genera prejuicios a la hora de definir a los demás. En la película contamos el día a día, fragmentos de la vida de diferentes personas del pasado y del presente para reivindicar la diversidad. Porque en ocasiones, cuando definimos a algunas personas como "los otros", lo hacemos en sentido negativo, y en el caso de Tetuán el acercamiento quería ser sensible.
Y recibir el premio nos ha llenado de satisfacción; es de agradecer el respaldo recibido.
Con Tetuán finalizas el proyecto que has definido como la "trilogía del registro". ¿Tuviste claro desde el principio que sería una trilogía? ¿Cuál es el hilo conductor de las tres películas (Irrintziaren oihartzunak, Lurralde hotzak y Tetuán)?
Cuando estaba terminando la primera película (Irrintziaren oihartzunak) tuve claro que lo que me preocupaba tenía que ser una trilogía. Una línea importante de mi investigación era qué registraba/registra la línea principal del audiovisual, el relato que llega a la mayoría del público. En ellos, están adquiriendo referencialidad temas que hasta ahora se han dejado de lado, pero ¿de qué manera? Para mí era importante que este cambio fuera cualitativo, no sólo cuantitativo.
La conciencia del modo de registrar es lo que asocia a las tres películas. Qué es lo que va en las autopistas de los relatos y qué es lo que no se cuenta; por qué algunos archivos, algunas personas, han sido importantes y otras no. La pretensión de las tres películas es transformar los modelos. Y las tres son un intento de hacerlo.
Las historias marginales constituyen el núcleo en tus trabajos, y son una propuesta también para acercar tus películas a los demás. ¿Es eso lo que más te interesa como cineasta y cinéfila?
Como cineasta, como amante del cine, me interesan muchas cosas, necesitaría mil vidas para satisfacer todas mis curiosidades. Me atrae investigar lo oculto, buscar nuevos significados, buscar nuevas formas de contar con las posibilidades que me dan los audiovisuales. Ahora estoy trabajando en ello; mañana cualquiera sabe.
¿Cuáles crees que serán los principales retos del cine en los próximos años?
Los mismos que los de hasta ahora: reinventarse constantemente. Y, sobre todo, la conservación. Hay riesgo de perder archivos. La tendencia ahora es la del consumo rápido; olvidamos rápidamente.
Además de cineasta, también eres profesora universitaria. En tu opinión, ¿en qué se debería centrar la educación de las nuevas generaciones de cineastas?
En la curiosidad. El cine no se basa únicamente en el control de determinadas tecnologías o programas. Hay que saber mirar, buscar, aprender, equivocarse.
La red crea ilusión por el saber, la ilusión de que todo está ahí; ahí y en nuestro cerebro. Pero tener el conocimiento a mano no significa que nosotros lo tengamos. Es un tema que hay que trabajar.
Y de cara al futuro, ¿tienes algún nuevo proyecto en mente?
Sí, como creadora, como investigadora, tengo varios. A ver si después de un pequeño descanso, cuando recupere energías, los pongo en marcha. Ahora, durante un tiempo, me dedicaré a la investigación.
(Especial publicado el 2 de enero de 2023)