Presentación de los libros "Leioa: los hijos del hambre" y "Eltxo, el pueblo oculto de los agotes" a cargo de su autor Javier Olabarrieta.
Sinopsis:
Quizá como un mecanismo de defensa contra la escasez, pues nadie tenía nada, en una anteiglesia pequeña y casi sin recursos, como Leioa, hubo personajes pillos y habilidosos, casi todos hijos del Barrio de Artaza, que nos han dejado muchas historietas txirenes, recordadas en las tertulias de los que quedamos y que, ahora, comparto con quienes tengáis la osadía de leerlas. Tras el desarrollo que en varias décadas nos ha plantado de lleno en la sociedad de consumo, allí donde solo había unos pocos caseríos, hoy han surgido, milagrosos, la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), el metro, autovías, edificios modernos y un montón de servicios e infraestructuras que, entonces, ni los más visionarios podían imaginar. Este es un recopilatorio de viejas anécdotas que nos legaron esos “notables” de Leioa. Y por otra parte, el relato de cómo conseguimos superar las dificultades de entonces los nacidos en la posguerra, también llamados “los hijos del hambre”. Incluyo coplas del cancionero popular, casi olvidadas, y otras de mi creación. Añado algún pasaje de la lucha contra la dictadura en la que participé con tibieza.
Pertenecían a una estirpe denostada y castigada al ostracismo por el “pecado” de ser agotes. Acusados de brujería, de ser descendientes de los cátaros, godos o vikingos, y de portar enfermedades como la lepra, llevaban siglos desterrados en las aldeas retiradas del Pirineo navarro, del oscense y del sur de Francia. La paciencia es una cualidad con fecha de caducidad, que se les agotó a los jóvenes y valerosos protagonistas de esta historia, quienes tenían ganas de formar sus parejas y emanciparse. Hartos de la falta de libertad y del espacio que les negaban en la tierra donde siempre habían vivido, decidieron marcharse a otro lugar.
Un día primaveral de 1951 salieron en busca de la libertad y, después de una larga marcha, se detuvieron en un paraje apartado y sin ningún vestigio de civilización, en la Sierra de la Demanda. Aquel sitio ofrecía la paz, la calma y la discreción que anhelaban. Trabajando en auzolan (en comunidad), construyeron un pueblo al que llamaron Eltxo. Veinte años después el azar quiso que los descubrieran. Esto les cambiaría la vida…