Roberto Gómez de la Iglesia: "Tenemos que centrar muy bien el tiro sobre cuál es el rol que queremos que la cultura juegue en el futuro de la sociedad"

  • Roberto Gómez de la Iglesia:
    "Tenemos que centrar muy bien el tiro sobre cuál es el rol que queremos que la cultura juegue en el futuro de la sociedad"

  • Fecha4 de Mayo
  • Temática Artes visuales, Artes escénicas, Música, Audiovisual, Literatura, Archivos y bibliotecas, Museos, Patrimonio, Artesanía, Otros

Desde casa pero sin parar de trabajar durante estas semanas, Roberto Gómez de la Iglesia, responsable de la consultora alavesa c2+i, Cultura, Creatividad e Innovación, mira al futuro del sector ante la situación generada por el covid-19

Son tiempos de muchas preguntas para el sector cultural que no encuentran demasiadas respuestas. De hecho, incertidumbre es la palabra más repetida desde hace casi dos meses. Desde su experiencia profesional, Roberto Gómez de la Iglesia –responsable de la consultora c2+i y presidente de asociación profesional para el fomento de la innovación en cultura y la cultura de la innovación en Euskadi, Karraskan- mira al presente y futuro en estos momentos de pandemia.

En realidad, el sector cultural no ha salido todavía de la crisis de 2008 y ahora viene esto, que ni siquiera se puede calibrar por completo qué consecuencias va a tener.

–El sector en su inmensa mayoría está paralizado como están otros, eso es evidente. Lo que pasa es que partimos de una realidad que hay mucha gente a la que le cuesta ver: éste es un sector, en general, muy precario. Esto nos está poniendo delante de un espejo que es un tanto particular. Lo hemos visto, por ejemplo, con las dificultades que está habiendo para afrontar el tipo de ayudas a los agentes del sector, para definir cómo se articula esa ayuda. Parece que no hay otras herramientas aunque haya propuestas como la que hemos realizado desde Karraskan con Kultursistema, que no han sido consideradas como elementos a tener en cuenta. Con lo que nos vamos a encontrar es con la aceleración de una realidad que ya estaba antes. Una causa de fuerza mayor ha hecho visible la fragilidad de este sistema. Un sistema en el que tenemos muchas entidades públicas o soportadas por fundaciones que tienen estructuras más o menos estables y cuyo objetivo, en teoría, es trabajar para generar un sector vivo, dinámico y estable, pero que en realidad son organizaciones que se autoalimentan a sí mismas, produciéndose una descompensación clara entre las estructuras de apoyo y el apoyo real al sector. Ahí tienes a muchas pequeñas organizaciones intentando sobrevivir en un sector que, para algunos, está compuesto por pedigüeños que están sobrefinanciados públicamente. Cosa, por cierto, que no es verdad. Así que lo que tenemos ahora es un retrato de un sistema ineficiente que va a tener, salvo que seamos muy imaginativos, niveles de mortandad muy altos en cuanto a proyectos y organizaciones.

¿Y ante eso?

–Pues una de dos. O se repiensa el sistema y lo hace básicamente desde el papel que el sector público tiene que jugar con respecto al privado; o no va a cambiar nada. El otro día tenía una vídeoconferencia con cinco amigos que son trabajadores públicos de la cultura. Legítimamente ellos estaban preocupados por si esto les va a afectar a la paga de diciembre o... pero yo les decía: no sé si sois conscientes de que trabajáis en un sector, no para la propia retroalimentación de vuestros departamentos; deberíais trabajar para la generación de un tejido cultural estable. Quiero confiar en que va a darse esa reflexión. Necesitamos, por supuesto, la ayuda de emergencia, pero también que alguien lidere el empezar a pensar en el mañana. Y ahí sí que tenemos un problema de liderazgos políticos y sociales, también dentro del propio sector.

La gran preocupación ahora parece ser saber quién va a salir vivo de todo esto.

–Está claro que hay un primer estadio que es el de la emergencia social. En estos momentos hay que intentar que todo el mundo tenga cubiertas las necesidades básicas. Y no hay que perder de vista, en este sentido, que en nuestro sector hay mucha gente en una situación muy, muy complicada. Aunque también tengo que decir que hay gente que llora mucho y resulta que no está tan mal, pero bueno. Pero superada esta primera fase, va a llegar un momento en el que nos tenemos que enfrentar a la construcción de un nuevo modelo. ¿Qué papel queremos que jueguen las artes y la cultura en la sociedad? Esa es la primera cuestión. No qué papel queremos que jueguen las artes y la cultura en el sector de las artes y la cultura. Porque esa segunda pregunta nos lleva a donde ya sabemos, a donde estamos, a una irrelevancia social. La gente no entiende qué hay detrás del mundo de la cultura, qué tipo de trabajo hay, el valor que aporta más allá de lo referido al entretenimiento. Hay una primera reflexión que tenemos que hacer todos. En Álava, como territorio, también. ¿Queremos que la cultura siga siendo organizar unos ciclos de música, apoyar a dos o tres festivales y tener mucho cemento o vamos a empezar a pensar en cómo las artes y la cultura van a ayudar a tener una educación mejor, una sanidad mejor, una convivencia mejor, una industria más innovadora...? Es una reflexión que nos la tenemos que tomar ya muy en serio. No solo depende de las instituciones públicas, también del sector. El propio sector sigue enamorado de sus productos sin pensar cuáles son las necesidades sociales a las que tenemos que responder. La clave es: ¿lo que hacemos, qué mueve? Necesitamos transparencia, que tiene mucho que ver con la apertura, empezando por los sectores público y privado, apertura entre ellos y hacia otros mundos. También transferencia, es decir, cómo nos conectamos con otros sectores para enriquecernos mútuamente haciendo propuestas más híbridas. Y otra cuestión importante es la transcendencia, porque o somos trascendentes o no somos nada. Tenemos que centrar muy bien el tiro sobre cuál es el rol que queremos que las artes y la cultura jueguen en el futuro de nuestra sociedad. Y para eso, insisto, tenemos que dejar de ver solo lo que hacemos para entender mejor por qué, para qué y cómo lo hacemos. Ahí está gran parte de nuestro valor. La oferta no garantiza la demanda, ni su diversificación ni su cualificación. ¿Vamos a seguir considerando a la cultura como la guinda del pastel, el elemento decorativo, el complemento al turismo... o qué papel queremos tener?

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