A ritmo de Raffaella Carrá, el teatro se convierte en la plaza de un pueblo para despedir el verano con las ¿estas patronales que el vecindario lleva esperando todo el año. Cuando la pólvora de los petardos, las cumbias de la orquesta y el coñac del Bar La Esquina se acaben, se sentarán a respirar para darse cuenta de lo necesario que es ausentarse un rato de la realidad para poder seguir adelante. Porque, a veces, lo que una necesita es precisamente eso: que no pase NADA.
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