Eduardo Zamacois llegó a destacar en el panorama artístico internacional de mediados del siglo XIX. Formado en París bajo la tutela de Ernest Meissonier, el pintor más importante del Segundo Imperio francés (1852-1870), su exquisita habilidad y acabado perfeccionista hicieron que sus obras fueran altamente valoradas por las élites internacionales. Mientras Dumas y Verdi brillaban en la literatura y la música, artistas como Zamacois destacaban con sus pinturas de espadachines, bufones y cortesanos de los siglos XVII y XVIII. El auge de la burguesía en ambos lados del Atlántico favoreció que sus triunfos en los salones de París se tradujeran en un gran éxito comercial, especialmente en Nueva York, donde familias prominentes como los Astor, Rockefeller y Vanderbilt adquirieron sus obras para sus prestigiosas colecciones. Sin embargo, la llegada de los movimientos de vanguardia, como el Impresionismo, sumada a su prematura muerte a los 29 años y el relativo desconocimiento de su obra en su tierra natal, eclipsaron su figura provocando un paulatino olvido de su arte a principios del siglo XX.