Alex O’Dogherty ya no tiene filtros. Con total desparpajo, pasa de hablar de su perro a reflexionar sobre su propio entierro o incluso lanzar una crítica a los “nazis buenistas”. Su mente inquieta abarca de todo: chistes en situaciones incómodas, la velocidad frenética del mundo actual, la inteligencia artificial y hasta los enigmáticos shalalailos. Su discurso es un torbellino impredecible, capaz de cambiar de rumbo sin previo aviso. Pero, aunque nada parezca tener sentido, su ingenio garantiza que te rías de principio a fin.