Isabel lleva veinte años viviendo a muchos kilómetros de su pueblo natal, lejos de su familia, sus raíces, su crianza. Su madre, Amparo, cae enferma, e Isabel regresa a casa para dar soporte en su cuidado, para que su hermana Candi y su padre, puedan tomar un poco de aire, pues son los que sí viven allí y se encargan del día a día. De repente, la casa, los olores, sonidos, objetos, la luz… Teletransportan a Isabel a su niñez, su adolescencia, sus sueños, raíces, traumas, creencias, ilusiones, amores… Recuerdos fantásticos, como todos los recuerdos de la niñez, que se mezclan entre lo que fue, crees que fue, te gustaría que hubiera sido y te cuentan que fue. Y la magia aparece, y un bebé llora en el vientre de su madre, un ciego puede ver colores y música. Los niños nacen con Don, el primer amor huele a ropa limpia, las manías se van con vinagre, y como siempre todo se llena de luces y de sombras.
Los recuerdos se entrelazan con el presente, en el que Isabel se encuentra con lo que ahora son sus padres, sus hermanas, ella, la casa, la calle, la enfermedad, la familia…
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