El mundo explota, y te das cuenta de que existes. Quieres correr, pero correr hacia dentro de ti. Te lloran los ojos, y escuchas sonidos asimétricos; un campaneo y algo parecido al cantar de un grupo de pájaros. Hojas amarillas de otoño se arremolinan entre mis pies.

Eneko Borao, 1991. Limpiador de airbnb y cajero a tiempo parcial. Graduado a medias en diferentes conservatorios profesionales. Tuvo su primer contacto con la escena quedando marcada la relación con esta hasta su muerte.

El artista investiga a lo largo de los últimos años sobre la muerte, el dolor y el abuso. En esta nueva exploración utiliza, además, la colectividad como agente sanador y su propia memoria para llevar a cabo una pieza escénica; donde se sitúa como portal a una dimensión de cielo blanco y recubierta de polvo de estrellas. No desde una perspectiva nihilista tan propia de su generación, sino desde la rabia y el llanto.

Se unen al equipo Eduardo Hurtado como compositor del espacio sonoro y el escultor Javier Arbizu. Además de Dogartzi Magunagoicoechea encargado del vestuario, la artista Petra Muguruza, Antiel Jimenez y Oier Madariaga como ayudante de dirección. La obra cuenta con el apoyo de Harrobia Eskena, Azala Espazio y Tabakalera. Y forma parte de los programas Transiciones y producción II del departamento de cultura del gobierno vasco.